Capítulo 26
-Buenos días madre. Buenos días padre - Susurre
mientras suavemente dejaba caer el ramo de lirios blancos, los favoritos de mi
madre, sobre aquellas dos frías tumbas. Ya habían pasado varios años desde
aquella trágica noche, y aun así el dolor de la perdida seguía instalado
fuertemente en mi pecho.
Las tumbas de mis padres Brynna
y Cedric Fritz se encontraban una pegada a la otra. Sonreí sin humor por la
ironía de la vida, habían jurado amarse para la eternidad, declarando que ni la
muerte los iba a separar. Y aquí yacían, muertos pero juntos hasta el final.
Aquella era una tarde fría, el
silencio del cementerio me estaba volviendo loco. A pesar de que lo único que
quería era irme de aquel maldito lugar, me obligue a estar parado enfrente de
sus tumbas, permitiendo que aquellos pobres y escasos recuerdos que tenía sobre
ellos se filtraran en mi mente.
Recuerdo la dulce voz de mi
madre cuando me cantaba aquellas viejas nanas cada vez que me arropaba para
dormir. Ella era hermosa, no tengo muchos recuerdos de su rostro, pero si
recuerdo que siempre pensaba en lo hermosa que era, y en lo suave que era su
cabello, solía enredar mi pequeña mano en su espesa cabellera negra azabache
hasta que el sueño me consumía.
Recuerdo que mi padre solía
mirarnos desde la puerta de mi habitación cuando mi madre me conducía hacia el
mundo de los sueños. La mirada de mi padre siempre estaba llena de amor, de
amor hacia su hermosa mujer y a su pequeño hijo.
Me molesta el no tener más
recuerdos de ellos, era demasiado joven cuando murieron, por eso mismo me
aferró con todas mis fuerzas a esos pequeños destellos de recuerdos que mi
memoria suele regalarme de vez en cuando.
De aquella trágica noche no
tengo ningún recuerdo, lo único que sé es lo que Cyrene me relató.
El crimen de mis padres había
sido un ajuste de cuentas, y a pesar de que ya habían pasado casi 20 años,
nadie sabía quién era el autor de dicho crimen. Todo apuntaba a que alguien
había dado la orden de la muerte de mis padres. El muy desgraciado no se
atrevió a dar la cara el mismo para cometer semejante atrocidad, sino que muy
cómodamente como el cobarde que resulto ser contrató a alguien para que
cometiera el crimen. No había dudas de que era alguien muy poderoso, alguien
que había sabido exactamente como cubrir tanto sus huellas como la de sus
cómplices.
- Les prometo que algún día se
hará justicia- susurre con un incómodo nudo en la garganta y una innegable
sensación de ira hacia el consejo por no haber encontrado a los culpables. ¿Cómo
es posible que después de casi veinte años, aún no hayan encontrado a los
culpables?-. Si la justicia del consejo no hace nada, seré yo mismo el
que me encargare de que los culpables de su muerte paguen por lo que les
hicieron.
Miles de veces le había
preguntado a Cyrene que había pasado realmente esa noche, lo único que me
habían dicho tanto el consejo como la misma Cyrene era que mis padres habían
sido asesinados, pero no habían querido dar más detalles del asunto. Siempre
que le pedía a ella que me relatara los detalles de cómo habían muerto, se
negaba. Solía decirme que los detalles no eran importantes, que lo importante
del asunto era que el consejo se iba a hacer cargo de que los culpables pagaran
por sus crímenes. Aun así yo realmente necesitaba saberlo. Necesitaba saber
cada preciso detalle de lo que les había ocurrido para que de esa forma yo
siempre pudiera recordar constantemente que debo hacer justicia en su honor.
Muy a pesar de sus negativas
ella finalmente se rindió y me describió lo que había ocurrido.
Cyrene y mi madre habían sido
muy amigas. Esa noche habían arreglado para ir a cenar juntas acordando en que
se encontrarían en el restaurante. Cyrene había llegado unos minutos tardes y
se sorprendió al notar que mi madre aún no había llegado, si había algo que
siempre había caracterizado a Brynna era su puntualidad. Cyrene la espero por
un par de minutos más y al notar que los minutos pasaban y no llegaba, optó por
llamarla. La llamo al móvil, como no respondía decidió llamarla a la casa pero
siguió sin obtener respuesta alguna. Cyrene tomó sus cosas y se marchó para
nuestra antigua casa, tenía que averiguar qué era lo que había ocasionado el
retraso de Brynna.
Estacionó su auto en la entrada
y se dirigió a la puerta delantera.
Las luces se encontraban
encendidas, eso significaba que había alguien en casa. Cuando se estaba
acercando a la puerta delantera pudo ver que está se encontraba abierta. Un feo
presentimiento le recorrió el cuerpo, tomó su móvil y llamo al consejo para
pedir refuerzos en caso de necesitarlos, muy en el fondo Cyrene sabía que nada bueno
había ocurrido aquella noche en la casa de los Fritz.
Cyrene ignoró las órdenes que
le habían dado las autoridades de los demonios de que no entrara en la vivienda
hasta que llegara la ayuda. Lo primero que noto al entrar fue el hedor de la
muerte y siguiendo
aquel rastro se encaminó hacía el despacho de Cedric.
Mi padre se encontraba
decapitado en el piso junto a su escritorio, mostraba signos de haber luchado
antes de morir. No se quedó mucho tiempo junto a su cuerpo ya que no había nada
más que pudiera hacer por él.
Subió rápidamente las escaleras
y cuando llego a mi antigua habitación se detuvo en seco.
Brynna se encontraba a un lado
de la que antiguamente era mi cama, ella estaba gravemente herida aunque
milagrosamente aún respiraba.
Sin perder un segundo Cyrene se
acercó a mi madre y trato de salvarla. Brynna ya había perdido demasiada sangre
como consecuencia de la gran herida que tenía en todo su pecho. Le habían
desgarrado el cuerpo, desde el estómago hasta la garganta, dejando a la vista
más de un órgano. Mientras Cyrene trataba de salvarla, se encontró con que
había recibido una profunda puñalada en su corazón, y eso para cualquier
demonio tristemente era mortal. Ya no había nada que pudiera hacer por
salvarla, era cuestión de minutos o tal vez segundos para que Brynna finalmente
falleciera.
Cyrene trato de meterse en la
mente de mi madre para poder ver quien había sido el culpable, pero se encontró
con un poderoso bloqueo mental. Antes de dar su último suspiro las últimas
palabras de mi madre fueron proyectadas a la mente de Cyrene: Salva a mi
niño.
Cyrene y los demonios que
habían mandado el consejo me encontraron horas más tarde escondido en un
pequeño compartimiento que estaba oculto en uno de los cuartos de invitados.
Esté estaba protegido por un fuerte hechizo de protección y ocultamiento que hacía
que una vez activado fuera prácticamente invisible para los ojos, al menos por
un par de horas.
Mi móvil comenzó a sonar
trayéndome de nuevo al presente, alejándome de los recuerdos del pasado. No
tenía necesidad de mirar la pantalla para saber quién era la persona que
insistentemente me había estado llamando toda la mañana para tratar de
localizarme. Por un momento pensé en rechazar la llamada y apagar el móvil
dándole un claro mensaje de que no me encontraba de ánimos como para hablar ni
con ella ni con nadie, pero extrañamente me encontré contestado.
- ¿Qué quieres, Jez?
- Ya era hora de que te
dignaras a contestar ¿No te has percatado de que te he estado llamando durante
todo el día?
- Me he percatado de eso, Jez. Al principio ignorar el
molesto sonido de mi móvil me pareció la mejor opción, pero cuando comencé a
recibir la llamada número 6, luego la 7 y así sucesivamente hasta la 13 estuve
demasiado tentando en tirar el móvil. Pero luego recordé que adoro mi nuevo
móvil y no es justo que cada vez que tú me molestas llamándome sin control
tenga que deshacerme de mi teléfono y conseguirme uno nuevo, además de que
siempre logras conseguir mi número. Por lo tanto ¿Qué es lo que necesitas Jez?
Y por favor no me vengas con que te diga en donde me encuentro porque ya sabes
perfectamente que no te lo diré.
- Aydam...sabes que no
tienes por qué pasar solo por esto. Dime donde estas e iré enseguida.
- Y ese es justamente el motivo
por el cual no respondía las llamadas- conteste con cansancio en mi voz- No
quiero tu compañía, ni la de nadie, Jez. Sabes que este día me gusta pasarlo
solo.
En un momento de debilidad le
conté a Jez mi historia. Le explique el significado que tenía este día para mí,
y desde entonces cada vez que desaparecía para esta fecha ella se había tomado
como proyecto personal el que yo no pasara por esto solo. Esa es la razón por
la cual desde hace un par de años comencé a venir a visitar la tumba de mis
padres, ya que era el único lugar en donde podría afrontar todo esto tranquilo,
sin Jez dando vueltas a mi alrededor pretendiendo que yo hablara de mis
sentimientos.
- No tienes por qué hacerlo
Aydam. No entiendo porque sigues cerrándote.
- No sigas por ese camino Jez –
le advertí.
- Sé lo difícil que es para ti
este día, lo sé malditamente bien porque después soy yo la que tiene que andar
curándote las heridas…
- No sigas.
-. ¿Ya te has metido en una
maldita pelea? ¿O es que acaso planeas hacerlo más tarde? Porque ambos sabemos
que eso pasara, como todos los años.
- Jez-
gruñí su nombre en forma de advertencia para que se detuviera de hablar.
- Aydam ya es hora de que dejes
de culparte.
- Detente - gruñí.
-No es justo que sigas
torturándote con lo mismo una y otra vez. No es tu culpa el haber sobrevivido y
ellos no.
- Maldición, te dije que no
sigas Jezabel- volví a gruñirle a través del móvil.- Yo sobreviví y ellos no
¡¿Por qué?! ¡Dime por qué! ¿Es que mi vida es más importante que la de ellos?
- Aydam...no es justo que sigas
culpándote, no fue tu culpa. El destino lo quiso así, el destino quería que tu
sobrevivieras y tus padres no.
- A la mierda con el destino.
Ellos murieron. Yo sobreviví. Fin de la historia.
- Aydam no podemos seguir
hablando de esto por teléfono, dime donde estas e iré para que lo hablemos
mejor.
- Ya te lo dije Jez, no
insistas que no te diré en donde estoy.
Se la escuchaba resoplar desde
el otro lado de la línea, luego escuche su suspiro que era una clara muestra de
rendición.
- Esta bien… solo prométeme que
no te vas a meter en una pelea. La última vez terminaste muy mal, y eso que
estabas en buena forma cuando peleaste, todavía sigues herido por lo del otro
día...
- Lo que yo haga o deje de
hacer es problema mío. No pienso prometerte nada. No te metas en esto, es mi
vida.
- ¡¿Qué no me meta, me dices?!
Pues claro que me voy a meter pedazo de idiota, lo hago porque me preocupo por
ti. Y porque estoy cansada de ver como logras destruirte cada año en esta misma
maldita fecha. –Respondió furiosa y luego en un tono más calmado agrego- No
tienes la culpa de haber sobrevivido y que tus padres no.
- No quiero que te preocupes
por mí, nunca te he pedido que lo hagas. Me has curado las heridas ¡PORQUE TU
MISMA HAS QUERIDO! Yo jamás te he pedido que me curaras, ni mucho menos que me
volvieras loco con tus insistentes llamadas o que me insistieras constantemente
para que afronte “mis sentimientos”. ¡Por Dios! Jez, dame un respiro.
Sabía que con mis palabras la
estaba lastimado pero no podía evitar decirlas. Jez había presionado ciertos
botones en mí que habían logrado desestabilizarme un poco.
Desde hace varios años había
encontrado la solución para poder llevar de forma más llevadera el sentimiento
de culpa por la muerte de mis padres. Cada año iba a diferentes bares de mala
muerte para buscar un poco de acción. Lo necesitaba. Necesitaba la sensación de
adrenalina que me produce una pelea, necesitaba sentir los golpes sobre mí, me
hacían sentir vivo.
Era un pequeño castigo que me
infligía año tras año, eso no era nada en comparación con lo que tuvieron que
enfrentar mis padres la noche que murieron. Era la cuota que sentía que debía
de pagar por haber sobrevivido.
Ambos nos quedamos en silencio,
solo se escuchaba nuestras respiraciones agitadas por la pequeña discusión a
través de la línea telefónica.
Justo cuando estaba a punto de
decir algo, no sabía que iba a decir pero sentía que debía de decir aunque sea
cualquier cosa, sentí un pequeño cosquilleo en mi cuello indicándome que
alguien me estaba observando.
Sin querer advertir a mi
vigilante de que ya lo había sentido trate de agudizar todos mis sentidos para
poder encontrarlo sin que se escabullera.
Aquella sensación de estar
siendo vigilado me estaba molestando demasiado, quería atrapar a quien sea que
estuviera en aquel lugar y hacerle un par de preguntas, y en caso de que se
resistiera a cooperar en el interrogatorio entonces no tendría ningún problema
en utilizar mis puños como un medio para obtenerlas.
Pobre de aquel estúpido, no
había mejor momento que aquel para empezar una pelea.
Con mis sentidos más agudizados
pude sentirlo a unos 200 metros de distancia, si mis sentidos no me fallaban el
intruso estaba escondido detrás de aquellas viejas estatuas en forma de
ángeles.
Sin pensarlo más tiempo me teletransporté
justo en frente de esas esculturas pero para cuando llegue el intruso ya se
había ido. Solté una maldición.
Quien quiera que fuera el que
me estaba observando sin dudas era rápido. Trate de identificar si era un
demonio pero no pude sentir nada.
- Maldición – susurre. Tendría
que poder sentir que clase de criatura era…pero lo único que podía sentir era
un completo vacío. No sentía ninguna esencia, eso solo podía significar que
quien sea que fuera mi vigilante, era una criatura muy poderosa capas de poder
encubrir su esencia haciéndola indetectable.
Sin necesidad de poner el móvil
en mi oído, podía escuchar los gritos de Jezabel a través de la línea.
- ¡¿Aydam?! ¡¿Qué demonios fue lo que paso?! ¡Aydam!
¡Maldición! ¡Contéstame!
- ¡Por Dios, cálmate mujer! No pasó
nada.
- ¡Y un infierno que no pasó
nada! Puedo sentir tu inquietud además de que te escuche maldecir y no me
respondías.
- No es nada, no insistas.
Ahora tengo cosas que hacer y no puedo hablar. Nos vemos luego.
Y corte la llamada sin darle
tiempo a responder. Esta vez fui más inteligente, directamente apague el móvil
y lo guarde en el bolsillo delantero de mis jeans.
Tome un largo respiro y me teletransporté
a donde más necesitaba ir en ese momento. Al bar más cercano. Ya era hora de
conseguir una buena pelea, después tendría tiempo suficiente para ocuparme del
extraño vigilante y de los demás temas de los cuales tenía que ocuparme como
por ejemplo de aquellos que querían dañar a mi preciosa Xia.